Esta entrevista se publicó originalmente en la revista LENGUA (No. 4, agosto del 2000)
Por ÍTALO HERNÁNDEZ
Un tipo raro que canta lo que quiere
¿Es cierto que es muy mamón?,
me preguntó un amigo cuando se enteró que iba a entrevistar a Enrique Bunbury, el exvocalista de los Héroes del Silencio, quizás la banda española más exitosa en México en la década de los noventa.
Algo similar me dijo el dueño del café donde se iba a realizar el encuentro:
¿crees que acepte tomarse una foto para la galería?
La verdad es que Enrique Bunbury (Zaragoza, España, 1967) se creó de él una imagen y es muy probable que él mismo haya trabajado mucho para mantenerla y difundirla.
La pose de rockstar, de tipo arrogante e inaccesible, un divo redentor de la primicia sexo, drogas y rock and roll, que tal vez destruye habitaciones de hoteles y golpea a periodistas, asumida en su etapa como vocalista de los Héroes del Silencio, será muy difícil olvidar ahora que se presenta como solitario.
Sin embargo, Enrique Bunbury asegura que ese chaval ha quedado atrás. "Quizás era por la edad, por ser demasiado crío y por jugar un papel que ahora me parece ridículo, que era el del rockstar, algo parecido a lo que es Oasis", se justifica.
La leyenda dice que en realidad Enrique Bunbury no se llama así, sino Enrique Ortiz de Landázuri. El español tomó el nombre del personaje inexistente creado por Oscar Wilde en su obra La importancia de llamarse Ernesto, para que Archibaldo Moncrieff, sobrino de Lady Bracknell, saliera al campo a divertirse cuantas veces quisiera argumentando que visitaba al amigo enfermo de nombre estrafalario.
Lo mismo hizo Enrique Ortiz de Landázuri: inventó a Enrique Bunbury para justificar así sus constantes parrandas y excesos, pero principalmente su pasión por la música. Se dice que compuso "Maldito duende" a los 14 años de edad. De pequeños ojos verdes y figura delgada y espigada, melena tipo Jim Morrison, lo primero que llama la atención de Enrique Bunbury (cuatro años después del fin de HDS), aparte de que viste con la seriedad de quien va a un funeral, es la accesibilidad y la madurez que presenta el artista como persona. –
¿Cómo van las elecciones aquí en México?,
pregunta con profundo interés previo a la entrevista pactada con su casa disquera para promover Pequeño, su más reciente álbum, un cóctel –que raya en la genialidad– de tangos, rancheras, flamencos, orquestas, trompetas, trombones, violines, melodías mediterráneas y flechazos cabareteros a la Tom Waits y Kurt Weill. "Es un disco con un afán populista", explica Bunbury, mientras bebe café negro de máquina.
"Hay una búsqueda de la música tradicional como la recuerdo yo, cantada por mi madre y por mi abuela en la cocina, pero también creo que no es un disco de música tradicional, sino un disco de un músico de rock mirando hacia unas raíces que en el fondo son las suyas".
Si en Radical sonora, primera producción de Bunbury como solista, el zaragozeño buscó hacer un disco que lo desligara completamente de lo hecho con Héroes del Silencio, un tecno-rock en vez del rock duro tradicional, en Pequeño logra sin duda el mismo resultado, mezclando sus influencias, pero ahora con letras sencillas sin metáforas complicadas.
¿'Pequeño' es una producción más cercana a Latinoamérica, a diferencia de 'Radical sonora'?
Mmmm... Para mí es un disco muy europeo, muy español, pero el hecho de que existan influencias mexicanas son obvias (...) Estoy hablando de música que en España ha tenido importancia y obviamente tenemos retroalimención con México, con Cuba, Argentina.
Nosotros escuchamos música de estos lugares y en esos lugares se ha escuchado música española, entonces, llega un momento en que es difícil diferenciar las influencias.
Yo creo que en este disco hay un porcentaje muy elevado de música mediterránea, del sur de Europa y del norte de África, de los Balcanes, de Andalucía, eso creo que es la base del disco.
Háblame de "Extranjero", una de las principales canciones del disco y con mayor carga ideológica.
Es una letra que en España ha sido un poco conflictiva en algún momento por las circunstancias que rodean el País Vasco y a ETA, y hay gente que se sintió molesta por la letra, algo que no entiendo, porque habla precisamente del respeto y de la tolerancia hacia otras culturas y razas.
A mí me da igual una bandera que otra, me importan las personas, no las razas o de qué país son. Las fronteras son algo inexistentes en mi mente. No creo en nada de eso.
¿Sigues escribiendo a vuelo de pluma?
No, ya pienso un poco más. Este es el disco que más veces he reescrito las canciones y he estado más concienzado en que cada palabra que se dijera tuviera el significado real y que fuera un disco muy desnudo. A mí me cuesta mucho más hacer un disco como Pequeño que uno como El espíritu del vino, que era todo imágenes, metáforas, simbolismos, escribir sobre sueños y bajo la influencia de alucinógenos y todo eso. Lo que ahora me resulta difícil hacer es un disco sencillo, desnudo, como un intento de llegar a la poesía pura, eliminando todo tipo de retórica.
¿Sigues escribiendo a vuelo de pluma?
Muy bien, fantásticamente bien porque ahora tengo más claro que nunca cuál es el propósito de lo que hago y hacia dónde quiero ir. Además, tengo la fortuna de que vendo los discos suficientes como para mantener mi estatus creativo, el poder seguir haciendo discos, giras y dedicarme a lo que me gusta, sin la presión que tuvimos con Héroes en un momento... la presión de la fama extrema.
El Bunbury de hoy admira a José Alfredo Jiménez, Agustín Lara, Carlos Gardel, con la misma emoción con la que alguna vez lo hizo con figuras del rock pesado como Iron Maiden y Led Zeppelin.
Al Bunbury de hoy también le encanta escuchar narco-corridos mexicanos.
Además se ubica en la estirpe de artistas como Cerati, Manu Chao, Café Tacuba, que les importa un bledo las listas de popularidad y han optado por experimentar nuevos caminos en la música, a pesar de que los fans exigen, enfermos de nostalgia, el retorno a las glorias de antaño.
"No quiero volver a hacer determinadas cosas que ya hice, ya las hice y no tengo interés en volver a hacerlas, ya estuve en ese lugar y ya me cansé", dice Bunbury. "Quizás mi forma de revolverme contra ese egoísmo del fan es dejar muy claro que mi espectáculo es un espectáculo cerrado: una serie de canciones que yo he elegido tocar, que no es una jukebox y que no pueden hacer sus peticiones".
¿Lo seguirás haciendo a pesar de que no vendas ninguna copia?
De hecho yo pensaba que no se iba a vender ni una sola copia de Radical sonora y me fue mucho mejor de lo que yo me imaginaba, y ya no hablo de Pequeño, que pensaba que era el disco más anticomercial que podía hacer, porque es muy intimista, muy triste, muy down.
No es un disco digamos pop, pero yo creo que cada vez más hay público para todo, un público que pide otro tipo de música, que no entra en las radiofórmulas y en las listas del Top 40 y todo eso, sino se trata de una música que puedes escuchar en casa y que te llega al corazón más allá de los videoclips, de la imagen, de salir guapos en la foto y todo eso.
Esa es la apuesta de Enrique Bunbury, el personaje que hace 15 años inventó un zaragozeño llamado Enrique Ortiz de Landázuri.
Si no logra lo que busca, no importa, él ha querido hacer lo que ha creído correcto y lo que siente su corazón en estos momentos.
Esta entrevista se publicó originalmente en la revista LENGUA (No. 4, agosto del 2000)
Por ÍTALO HERNÁNDEZ
Un tipo raro que canta lo que quiere
¿Es cierto que es muy mamón?,
me preguntó un amigo cuando se enteró que iba a entrevistar a Enrique Bunbury, el exvocalista de los Héroes del Silencio, quizás la banda española más exitosa en México en la década de los noventa.
Algo similar me dijo el dueño del café donde se iba a realizar el encuentro:
¿crees que acepte tomarse una foto para la galería?
La verdad es que Enrique Bunbury (Zaragoza, España, 1967) se creó de él una imagen y es muy probable que él mismo haya trabajado mucho para mantenerla y difundirla.
La pose de rockstar, de tipo arrogante e inaccesible, un divo redentor de la primicia sexo, drogas y rock and roll, que tal vez destruye habitaciones de hoteles y golpea a periodistas, asumida en su etapa como vocalista de los Héroes del Silencio, será muy difícil olvidar ahora que se presenta como solitario.
Sin embargo, Enrique Bunbury asegura que ese chaval ha quedado atrás. "Quizás era por la edad, por ser demasiado crío y por jugar un papel que ahora me parece ridículo, que era el del rockstar, algo parecido a lo que es Oasis", se justifica.
La leyenda dice que en realidad Enrique Bunbury no se llama así, sino Enrique Ortiz de Landázuri. El español tomó el nombre del personaje inexistente creado por Oscar Wilde en su obra La importancia de llamarse Ernesto, para que Archibaldo Moncrieff, sobrino de Lady Bracknell, saliera al campo a divertirse cuantas veces quisiera argumentando que visitaba al amigo enfermo de nombre estrafalario.
Lo mismo hizo Enrique Ortiz de Landázuri: inventó a Enrique Bunbury para justificar así sus constantes parrandas y excesos, pero principalmente su pasión por la música. Se dice que compuso "Maldito duende" a los 14 años de edad. De pequeños ojos verdes y figura delgada y espigada, melena tipo Jim Morrison, lo primero que llama la atención de Enrique Bunbury (cuatro años después del fin de HDS), aparte de que viste con la seriedad de quien va a un funeral, es la accesibilidad y la madurez que presenta el artista como persona. –
¿Cómo van las elecciones aquí en México?,
pregunta con profundo interés previo a la entrevista pactada con su casa disquera para promover Pequeño, su más reciente álbum, un cóctel –que raya en la genialidad– de tangos, rancheras, flamencos, orquestas, trompetas, trombones, violines, melodías mediterráneas y flechazos cabareteros a la Tom Waits y Kurt Weill. "Es un disco con un afán populista", explica Bunbury, mientras bebe café negro de máquina.
"Hay una búsqueda de la música tradicional como la recuerdo yo, cantada por mi madre y por mi abuela en la cocina, pero también creo que no es un disco de música tradicional, sino un disco de un músico de rock mirando hacia unas raíces que en el fondo son las suyas".
Si en Radical sonora, primera producción de Bunbury como solista, el zaragozeño buscó hacer un disco que lo desligara completamente de lo hecho con Héroes del Silencio, un tecno-rock en vez del rock duro tradicional, en Pequeño logra sin duda el mismo resultado, mezclando sus influencias, pero ahora con letras sencillas sin metáforas complicadas.
¿'Pequeño' es una producción más cercana a Latinoamérica, a diferencia de 'Radical sonora'?
Mmmm... Para mí es un disco muy europeo, muy español, pero el hecho de que existan influencias mexicanas son obvias (...) Estoy hablando de música que en España ha tenido importancia y obviamente tenemos retroalimención con México, con Cuba, Argentina.
Nosotros escuchamos música de estos lugares y en esos lugares se ha escuchado música española, entonces, llega un momento en que es difícil diferenciar las influencias.
Yo creo que en este disco hay un porcentaje muy elevado de música mediterránea, del sur de Europa y del norte de África, de los Balcanes, de Andalucía, eso creo que es la base del disco.
Háblame de "Extranjero", una de las principales canciones del disco y con mayor carga ideológica.
Es una letra que en España ha sido un poco conflictiva en algún momento por las circunstancias que rodean el País Vasco y a ETA, y hay gente que se sintió molesta por la letra, algo que no entiendo, porque habla precisamente del respeto y de la tolerancia hacia otras culturas y razas.
A mí me da igual una bandera que otra, me importan las personas, no las razas o de qué país son. Las fronteras son algo inexistentes en mi mente. No creo en nada de eso.
¿Sigues escribiendo a vuelo de pluma?
No, ya pienso un poco más. Este es el disco que más veces he reescrito las canciones y he estado más concienzado en que cada palabra que se dijera tuviera el significado real y que fuera un disco muy desnudo. A mí me cuesta mucho más hacer un disco como Pequeño que uno como El espíritu del vino, que era todo imágenes, metáforas, simbolismos, escribir sobre sueños y bajo la influencia de alucinógenos y todo eso. Lo que ahora me resulta difícil hacer es un disco sencillo, desnudo, como un intento de llegar a la poesía pura, eliminando todo tipo de retórica.
¿Sigues escribiendo a vuelo de pluma?
Muy bien, fantásticamente bien porque ahora tengo más claro que nunca cuál es el propósito de lo que hago y hacia dónde quiero ir. Además, tengo la fortuna de que vendo los discos suficientes como para mantener mi estatus creativo, el poder seguir haciendo discos, giras y dedicarme a lo que me gusta, sin la presión que tuvimos con Héroes en un momento... la presión de la fama extrema.
El Bunbury de hoy admira a José Alfredo Jiménez, Agustín Lara, Carlos Gardel, con la misma emoción con la que alguna vez lo hizo con figuras del rock pesado como Iron Maiden y Led Zeppelin.
Al Bunbury de hoy también le encanta escuchar narco-corridos mexicanos.
Además se ubica en la estirpe de artistas como Cerati, Manu Chao, Café Tacuba, que les importa un bledo las listas de popularidad y han optado por experimentar nuevos caminos en la música, a pesar de que los fans exigen, enfermos de nostalgia, el retorno a las glorias de antaño.
"No quiero volver a hacer determinadas cosas que ya hice, ya las hice y no tengo interés en volver a hacerlas, ya estuve en ese lugar y ya me cansé", dice Bunbury. "Quizás mi forma de revolverme contra ese egoísmo del fan es dejar muy claro que mi espectáculo es un espectáculo cerrado: una serie de canciones que yo he elegido tocar, que no es una jukebox y que no pueden hacer sus peticiones".
¿Lo seguirás haciendo a pesar de que no vendas ninguna copia?
De hecho yo pensaba que no se iba a vender ni una sola copia de Radical sonora y me fue mucho mejor de lo que yo me imaginaba, y ya no hablo de Pequeño, que pensaba que era el disco más anticomercial que podía hacer, porque es muy intimista, muy triste, muy down.
No es un disco digamos pop, pero yo creo que cada vez más hay público para todo, un público que pide otro tipo de música, que no entra en las radiofórmulas y en las listas del Top 40 y todo eso, sino se trata de una música que puedes escuchar en casa y que te llega al corazón más allá de los videoclips, de la imagen, de salir guapos en la foto y todo eso.
Esa es la apuesta de Enrique Bunbury, el personaje que hace 15 años inventó un zaragozeño llamado Enrique Ortiz de Landázuri.
Si no logra lo que busca, no importa, él ha querido hacer lo que ha creído correcto y lo que siente su corazón en estos momentos.
Esta entrevista se publicó originalmente en la revista LENGUA (No. 4, agosto del 2000)
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